¡Ah! ¡Esto es lo que me pasa a mi, soy pasivo y dependiente emocional!
¡Ahora lo entiendo! Esto me sucede porque mi madre no me dio suficiente cariño
Mira, ¡tengo casi todos los síntomas! ¡Soy evitativo social!
A menudo cuando tenemos una dificultad tratamos de buscar respuestas y establecer conclusiones de lo que nos sucede. En ocasiones estas son bastante acertadas, pero aún así, conocemos muy bien la teoría pero ¿nos resulta esto útil?
Cuando vamos por primera vez a un psicólogo buscamos respuestas y deseamos y anhelamos que el terapeuta nos de una explicación racional a todo aquello que nos está sucediendo. No hay duda en que establecer diagnósticos médicos o terapéuticos tiene grandes ventajas, nos ayuda a comprender, a establecer unas conclusiones y a marcar un plan de acción. Esto nos tranquiliza y nos facilita cierta comprensión, que en cierto momento puede ser útil. Sin embargo, por otro lado, un diagnóstico puede limitarnos, mantenernos más estancados, restarnos libertad y poder personal.
Es por ello que hoy no hablaremos de las ventajas sino más bien de las desventajas que en el campo de la psicología tiene la excesiva tendencia a diagnosticar o diagnosticarnos y establecer conclusiones reduccionistas sobre lo que nos sucede.
A continuación te enumero las tres principales:
- Si sigo unos pasos me curaré: El diagnóstico nos hace creer que hay un plan de acción establecido y que si seguimos unos pasos determinados, nos curaremos. Sin embargo, en el ámbito emocional, el tema es bastante más complejo, dado que a diferencia de en el mundo más pragmático donde quien la sigue la consigue, en el terreno emocional mayor esfuerzo y conciencia en muchos casos es sinónimo de más bloqueo y sensación de incapacidad. Por otro lado, en realidad no hay nada que curar, pero a eso ya iremos más adelante.
- Si sé lo que me pasa, puedo controlarlo: Conocer nuestro diagnóstico nos hace poner más atención en los síntomas y caer en la tendencia excesiva a autovigilarnos, cosa que nos crea más estrés y desmotivación. Ser conscientes de lo que nos sucede no siempre es suficiente y en otras ocasiones no es necesario, para originar un cambio.
- Soy así y es lo que me ha tocado: Un diagnóstico nos da tranquilidad porque nos hace sentir que encajamos en un grupo. Nos hace sentir más acompañados. Ya dicen mal de muchos… Sin embargo, podemos caer en la trampa de colocarnos en el rol de víctima, en justificarnos en exceso y mantenernos atrapados dentro de esa etiqueta.
Y es que en realidad, un exceso de querer saber y comprender nos puede bloquear más aún, generando más impaciencia y agotamiento. Los síntomas que forman parte del diagnóstico (palpitaciones, irritabilidad, miedos, apatía, etc) no son más que una manifestación de algo que sucede de fondo. Y como terapeutas y como personas no debemos olvidarnos que lo que externamente se ve solo es la consecuencia (una reacción externa y visible que trata de advertirnos y alertarnos de algo más interno). Y que cada persona es un mundo y no existe un manual de instrucciones.
El cambio viene cuando nos dejamos sentir, cuando nos permitimos ir con lentitud y experimentar con la incertidumbre (es decir con la falta de respuestas). Si tratamos de controlar nuestras reacciones y de eliminar nuestros síntomas, sin aprender a vivirlos desde la calma, sin comprender y entender cuál es el sentido de esa dificultad que tenemos más visible, estaremos destinados al fracaso.
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Raquel Ballesteros es Licenciada en Psicología Col. 13297, Máster en Psicología Clínica y Máster en Musicoterapia por la Universidad de Vic, especializada en Terapia ACT y coaching, Facilitadora de procesos de cambio personal. Creadora del proyecto Viñetas para vivir, terapeuta, coach, docente, escritora. Terapeuta en Instituto Meridians en Barcelona de 2010 a 2018.
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