Lo maternal, como decía Jung, es: “la sabiduría y la altura espiritual más allá del intelecto; lo bondadoso, protector, sustentador, lo que da crecimiento, fertilidad y alimento; el lugar de la transformación mágica, del renacer; el instinto o impulso que ayuda”
Pero también es “lo secreto, escondido, lo tenebroso, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo angustioso e inevitable”.
Y es que la madre nos da la vida y también nos la puede quitar. De ella depende nuestra supervivencia y a través del vínculo con ella aprendemos a confiar o a desconfiar de la vida, de nuestro cuerpo y/o de nuestras sensaciones. Aprendemos que el mundo es un entorno seguro y que puede cubrir nuestras necesidades o al contrario, que requiere estar alerta y en tensión. Esa es la diferencia fundamental entre vivir o sobrevivir.
Durante nuestro crecimiento y a lo largo de nuestro desarrollo físico, intelectual y emocional, se van consolidando aspectos como la confianza, la autonomía, nuestra identidad y la relación que tenemos con nosotros mismos. A través de la madre aprendemos a cuidarnos y a nutrirnos. Y si ese amor ha sido tierno, paciente, tranquilo y seguro, la relación con nosotros mismos tendrá más probabilidad de desarrollarse del mismo modo.
Una mamá disponible que nos acompaña sin privar, sin censurar o prohibir, ayudará a fomentar nuestra capacidad para valernos en el mundo, en lo práctico y lo emocional, como niños, adolescentes y adultos.
Pero, ¿realmente una madre puede cubrir todas nuestras necesidades?
No olvidemos que, cuando nacemos, abandonamos un útero calentito donde tenemos todo lo que necesitamos y ni tan siquiera tenemos que pedirlo. Venimos de un estado permanente de goce, por lo que como humanos y en el momento en que nos separamos literalmente del cuerpo de la madre, vamos a tener que aprender a vivir y a lidiar con pequeñas o grandes frustraciones. Esto determinará la construcción de nuestro carácter.
Por ello, con el fin de tranquilizar a las mamás o futuras mamás, es inevitable que en ocasiones no estemos disponibles, atentas o presentes ante todas las necesidades de nuestros hijos. Pero desde la conciencia y el respeto hacia nosotras mismas, si estamos bien, el bebé o niño también lo estará.
Una madre presente es aquella que se cuida y se respeta, porque sólo desde ahí puede ofrecer lo mejor; sin culpa y con conciencia.
* Artículo inspirado en las enseñanzas de Bioenergética, recibidas por Elisa San Martín y Javier Muro en Lo Corporal (www.locorporal.com).
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Raquel Ballesteros es Licenciada en Psicología Col. 13297, Máster en Psicología Clínica y Máster en Musicoterapia por la Universidad de Vic, especializada en Terapia ACT y coaching, Facilitadora de procesos de cambio personal. Creadora del proyecto Viñetas para vivir, terapeuta, coach, docente, escritora. Terapeuta en Instituto Meridians en Barcelona de 2010 a 2018.
Encuentras a Raquel en www.vinetasparavivir.com
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