Cualquier vínculo con el otro es un intercambio entre dar y recibir, entendido como un intercambio no material . Un baile energético de acercamiento y espera confiada donde dar significa acercarse, ofrecer al otro y compartir desde el corazón y recibir implica confiar, mostrarnos con nuestra vulnerabilidad y dejarnos cuidar.
Sin embargo, a menudo existe un desequilibrio en nuestras relaciones. O bien nos ponemos como salvadores y damos, damos, damos. O bien exigimos amor, demandamos atención, rogamos dedicación. Siempre con una sensación de insatisfacción porque la energía circula en una sola en una dirección.
¿Estás preparado para dar y/o recibir?
El modo de protegernos a veces en nuestras relaciones, es no dando demasiado o negándonos a recibir, porque aceptar el dar o el recibir es crear un vínculo con el otro y cuando creamos un vínculo perdemos libertad.
Escogemos relaciones para ocuparnos del otro y no encargarnos de nuestra propia vida, tratamos de ser salvadores para sentirnos más realizados, valorados o queridos o al revés o esperamos que nos salven para que el otro se ocupe de nuestras dificultades.
Abrir nuestros brazos a la vida significa estar dispuesto a mostrarnos como somos a dar realmente porque nos apetece y no porque es lo que toca o porque lo necesitamos para sentirnos valorados. Dar sin esperar y recibir sin exigir.
A menudo caminamos por la vida con cuidado para no hacernos daño, para no sufrir ninguna herida. Nos relacionamos con los demás desde el control, desde la alerta; midiendo en una balanza si nuestras energías y esfuerzos son recompensados o si estamos en la obligación de dar un poco más, como si de una carrera de fondo se tratara. Pero eso no es vivir, eso es controlar. Y controlar no nos permite dejarnos llevar, arriesgarnos y gozar, no nos lleva a crecer, a conocernos a reconocer nuestros deseos y aprender de nuestros fracasos.
Caminar por la vida significa andar sin corazas, sin suelas de goma con las que protegernos, tal y como decía el gran Mario Benedetti en su poema Descalzos:
[blockquote style=»style-1″ icon=»none»]Cuando uno anda descalzo por la vida, concibe de poco a poco otra definición del mundo. Los pies reciben en sus plantas el sentido cabal de lo que pisan, ya sean baldosas, yuyos, caminos, adoquines, praderas, bulevares, collados, veredas o andurriales.
Lentamente, los pies van aprendiendo qué es la tierra. Las plantas descalzas comienzan ignorantes, pero lentamente se van volviendo sabias. La superfície por la que andamos tiene su lenguaje y nos va instruyendo. El mundo del descalzo no precisa de filtros, simplemente nos da lecciones de realidades varias.[/blockquote]
Extraído del libro Vivir Adrede.
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Raquel Ballesteros es Licenciada en Psicología Col. 13297, Máster en Psicología Clínica y Máster en Musicoterapia por la Universidad de Vic, especializada en Terapia ACT y coaching, Facilitadora de procesos de cambio personal. Creadora del proyecto Viñetas para vivir, terapeuta, coach, docente, escritora. Terapeuta en Instituto Meridians en Barcelona de 2010 a 2018.
Encuentras a Raquel en www.vinetasparavivir.com
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