El aire que respiramos es una fuente básica de energía y regeneración, no sólo de supervivencia. Nuestro modo de respirar tiene una relación directa con nuestras emociones y con el modo en el que incrementamos o mantenemos las sensaciones desagradables en nuestro cuerpo o promovemos su liberación o alivio.
Se habla mucho de cuidar el sueño o la alimentación como hábitos para mantener nuestra salud física y emocional, sin embargo, no cuidamos nuestra respiración y desconocemos cómo esta puede realmente ayudarnos a sanar.
El hábito de respirar: Sobrevivir o vivir
Pocos de nosotros oxigenamos de manera adecuada. En el transcurso de nuestro desarrollo, hemos adquirido hábitos poco saludables y hemos dejado de respirar de manera completa o usando al máximo nuestra capacidad pulmonar.
¿Por qué sucede esto, te preguntarás?
Bloquear nuestra respiración para no sentir ciertas emociones es un mecanismo adaptativo que hemos incorporado de manera automática en nuestra más tierna infancia, para sobrevivir a situaciones más o menos leves de estrés, frustración, dolor, miedo… Como bebés o niños, no podemos actuar o cambiar nuestra realidad, porque nuestra satisfacción y supervivencia depende de los adultos, sin embargo sí que podemos disminuir nuestro dolor, bloqueando nuestra respiración, tensando nuestro cuerpo y congelando nuestras sensaciones; creando nuestros mecanismos de defensa o nuestras corazas, que van construyendo nuestro carácter y determinando nuestra manera de afrontar la vida.
Cuando una emoción desagradable nos acontece, nuestra tendencia es la de parar o bloquear la respiración. O al contrario, incrementarla para recuperar más oxígeno en nuestro cuerpo, usando la parte superior del tórax e hiperventilando, cosa que produce un efecto indeseado y acentúa el malestar. Cuando inspiramos y expiramos de manera libre, fluida y pausada, percibimos nuestras sensaciones con mayor intensidad y esto nos asusta, esta es la razón por la que en algún momento de nuestro desarrollo hemos bloqueado nuestra respiración y hemos dejado de respirar de manera completa.
Cuando respiramos de manera profunda y expansiva, las sensaciones se extienden por todo el cuerpo y cobran vida, dejando de sentirse de manera localizada para sentirse en la amplitud de todo nuestro cuerpo. Pero sólo si nos abrimos a estas sensaciones y dejamos fluir la respiración, las emociones podrán transformarse y liberarse. De otro modo permanecerán bloqueadas y estancadas, generando dolores, tensión, contracturas u otros problemas crónicos.
Cerrar la respiración para no sentir, para contener el dolor físico o emocional, generará bloqueos que irán dejando huella en nuestro cuerpo si convertimos este patrón en un hábito.
Lo más importante, es que como adultos, ahora tenemos la capacidad de tomar conciencia y elegir. ¿Queremos seguir con ese patrón automático o deseamos respirar de manera más consciente?
Respirar para sobrevivir es simplemente coger aire para mantener las funciones vitales y seguir viviendo.
Respirar para vivir es aprender a gozar de los beneficios que una respiración completa puede generar en nuestro cuerpo. Empezando de un modo más consciente para convertirlo en un hábito más automático.
¿Cuál es la respiración más conveniente?
Existen muchas disciplinas que recomiendan un tipo de respiración determinada: por la boca, por la nariz, inhalar por nariz y expirar por la boca, respirar en el diafragma, etc. Cada una de ellas puede ser adecuada para provocar un estado emocional determinado, activar ciertas zonas del cuerpo o acceder a estados más alterados de conciencia. Sin embargo, si quieres explorar solo, mi experiencia me dice que forzar la respiración para conseguir un estado determinado, sólo generará más tensión y bloqueo.
Para empezar es suficiente con que pongas conciencia en ella, sin forzar o buscar expandir ninguna zona del cuerpo. Te animo a realizar este pequeño ejercicio que será más que suficiente para empezar a tomar más conciencia de tu respiración y notar beneficios en pocos días. Puedes dedicar tan sólo 10 minutos al día, antes de dormir o en dos momentos separados (al despertarte y al irte a dormir)
Ejercicio:
Túmbate y respira pausadamente, no trates de forzar nada, simplemente respira tal y como sueles hacerlo y visualiza tu canal medio del cuerpo, esa línea imaginaria que separa tu lado derecho e izquierdo y que va desde la coronilla hasta el periné.
Visualiza este canal mientras respiras y percibe aquellas zonas que están más expandidas, aquellas que sientes más tensas o bloqueadas. Nota cómo está ese canal y hasta dónde llega tu respiración.
Ahora te animo a inspirar por la nariz y extraer el aire por la boca. Relaja la mandíbula y suelta el aire como si quisieras empañar un cristal. Visualiza que el aire sale por el periné, relajando el ano, los genitales y la base de la pelvis. Simplemente visualízalo, no hagas esfuerzo para modificar, expandir o relajar tu musculatura. Pon la intención en la visualización y tu cuerpo hará el resto.
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Raquel Ballesteros es Licenciada en Psicología Col. 13297, Máster en Psicología Clínica y Máster en Musicoterapia por la Universidad de Vic, especializada en Terapia ACT y coaching, Facilitadora de procesos de cambio personal. Creadora del proyecto Viñetas para vivir, terapeuta, coach, docente, escritora. Terapeuta en Instituto Meridians en Barcelona de 2010 a 2018.
Encuentras a Raquel en www.vinetasparavivir.com
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